En la vibrante ciudad de Lechería, un moderno enclave del estado Anzoátegui, Venezuela, reside una pequeña gran maestra cuyo espíritu permanece indisolublemente ligado al verdor profundo de la selva. Atana Palacios, una niña de apenas siete años con la sabiduría ancestral corriendo por sus venas indígenas Warao, hace vida en la Fundación La Tortuga, ubicada en el municipio Diego Bautista Urbaneja, junto a su madre Mayrelis Palacios y su abuela Consuelo "Chelo" Nogueira. Aunque su día a día transcurre en este entorno urbano, su corazón viaja constantemente a las raíces que la nutren, a esa comunidad Warao donde la naturaleza palpita en cada hoja y cada susurro del viento. Sus ojos, brillantes como el reflejo del sol en los caños de su tierra ancestral, nos revelan un universo de amor y respeto por la madre naturaleza, una lección vital que a menudo se nos escapa en el bullicio de la vida moderna.
Un Amor Puro por la Vida Animal
Atana irradia un amor incondicional por cada criatura viviente, una conexión que se manifiesta en su trato dulce y considerado hacia el reino animal. Para ella, cada ser, desde el insecto más pequeño hasta el ave que surca el cielo, merece respeto y cariño. Este sentimiento puro se hace especialmente evidente en la Fundación La Tortuga, un espacio que comparte con su mamá y su abuela, y que se ha convertido en un escenario donde Atana despliega su afecto por los animales. Con una alegría contagiosa, siempre desea mostrar a los visitantes los numerosos gatos que habitan en la fundación. Para Atana, estos felinos no son solo animales callejeros; son seres que merecen un hogar y cuidado. Con orgullo infantil, cuenta cómo los alimenta, los acaricia y participa activamente en su rescate cuando alguno lo necesita. Sus palabras resuenan con una verdad sencilla pero profunda: "Cada animal tiene su propio corazón y por eso ellos sienten. Hay que respetarlos y no matarlos. Así como nosotros podemos vivir, también pueden los animales". Esta empatía innata, cultivada en su conexión tanto con la naturaleza exuberante de su herencia Warao como con la fauna urbana que la rodea, nos recuerda la importancia de extender nuestra compasión a todas las formas de vida.
Raíces Profundas y Conciencia Ecológica
Su conexión con la naturaleza trasciende lo físico; es un lazo espiritual, una comprensión profunda de que todos provenimos del mismo vientre verde. Atana es una de las voces más jóvenes y elocuentes de la Fundación La Tortuga. Siempre porta con orgullo la camisa de esta ONG, convirtiéndose en protagonista de muchos de sus videos que capturan su sabiduría y amor por el planeta, materiales que pueden encontrarse fácilmente en las redes sociales de la organización. Como una joven sabia imbuida por las enseñanzas de su abuela Chelo, entiende el poder transformador del reciclaje y la conservación, conocimientos arraigados en sus vivencias en la fundación, un lugar que visita con frecuencia. Su espíritu irradia la paz y la armonía que emanan de ese rincón anzoatiguense, iluminando el camino hacia una conciencia ambiental más profunda. Con sus propias manos experimenta la importancia de dar una segunda vida a los objetos, tal como reflexiona: "Por ejemplo yo reutilicé un plástico, una botella. Ahora la uso para otra cosa... ¿es correcto por ejemplo, tirar una botella? No".
Sembrando Conciencia desde la Infancia
Con la elocuencia de quien ha nacido hablando el lenguaje de la tierra, Atana comparte su sabiduría en las escuelas de la zona norte. Acompañada de su madre, Mayrelis y su abuela Chelo, esta pequeña embajadora siembra semillas de conciencia en los corazones jóvenes. Su voz, aunque menuda, resuena con una fuerza que sorprende a grandes y pequeños. Ella comprende la intrínseca relación entre el ser humano y su entorno, advirtiendo con sencillez pero contundencia: "Es importante comunicarse con la naturaleza porque si no cada uno de nosotros podemos terminar enfermo. Es por eso que no debemos tirar plásticos ni basura porque no solo ella muere, también nosotros". En un encuentro memorable durante el Día del Niño Indígena, Atana recordó a sus compañeros de la Unidad Educativa Instituto Experimental que, al igual que ella, cada niño tiene el poder de alzar su voz para transformar el planeta, protegiéndolo con amor y dedicación: "Así como nosotros los waraos tenemos un don de hablar con la naturaleza, ustedes como niños también lo tienen y es a través de sus voces".
Un Legado de Sabiduría desde la Selva al Corazón de la Ciudad
Atana no olvida sus raíces, el manantial de su sabiduría. Sus viajes periódicos a la selva, al encuentro con su abuelo materno y su comunidad Warao, fortalecen ese lazo ancestral que la conecta con la tierra de sus orígenes. Valora su herencia Warao, esa conexión profunda con la tierra que se renueva en cada visita. Su orgullo por su origen es un faro que nos ilumina, recordándonos la importancia de honrar de dónde venimos para poder construir un futuro sostenible. Ella entiende que la naturaleza es un ente vivo con el que podemos interactuar: "La naturaleza no está congelada, está viva, ella tiene vida y por eso es importante hablar con ella... con las plantas, con los animales. Ellos nos escuchan todo lo que queremos decir". Y con la misma certeza nos dice: "La naturaleza no solo se trata de conectarse con ella, la naturaleza es para todos. Todos somos naturaleza".
Hablar con Atana es como sumergirse en un río cristalino que lava las impurezas de nuestro espíritu y nos reconecta con la esencia vital de la naturaleza. Es asombroso cómo tanta sabiduría puede residir en un cuerpo tan pequeño, dejando en nosotros una huella imborrable y moviendo las fibras más sensibles de nuestro ser.
Si anhelas experimentar esta renovación, solo debes visitar la Fundación La Tortuga, en el Complejo Turístico El Morro de Lechería. Y si la fortuna te permite cruzarte con Atana, créeme, no necesitarás buscarla. Con la gracia y permiso de su familia, esta niña radiante se acercará a ti, no solo para compartir juegos y risas propias de su edad, sino una conversación cargada de la energía positiva que emana de su corazón conectado con la selva y la ciudad, uniendo dos mundos en una sola voz por la naturaleza.
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Yovvanna Ramírez
Lic. en Comunicación Social